Pocos son los días y muchos los lugares que tiene Galicia por visitar, desde el desconocimiento y tras la lectura de varias guías y a sabiendas de que nos dejaremos muchos rincones por descubrir, decidimos poner rumbo hacia Muros, Ézaro y Finisterre.
Desde San Vicente de O Grove y siguiendo la carretera de la costa, vamos descubriendo pueblos paisajes y rincones.
Nuestro primer destino es Muros, un pueblo marinero en sus orígenes y aunque la lonja sigue teniendo una importante actividad, es el turismo su principal fuente de ingresos. La historia de Muros comienza hacia el s.X, y aún su casco histórico y sus callejuelas nos trasladan a esa época.
Siguiendo la carretera en dirección a Finisterre, veremos que se alza ante nosotros el Monte Louro.
Y con él su faro, testigo de la historia de Muros.
Mi fiel compañera de excursión, siempre atenta y dispuesta a explorar.
Seguimos ruta, y ponemos rumbo a Ézaro, una pequeña villa gallega, donde nos encontramos con el río Xallas, que desemboca en el mar vertiendo sus aguas en forma de cascada.
Siguiendo camino llegamos a Finisterre, donde acaba el mundo y empiezan los sueños.
El cabo Finisterre, temido y adorado, testigo de batallas, vigilante y expectante, donde los peregrinos terminan sus viaje, y regresan renovados, donde el sol se hunde en el mar, donde el infinito completa su nombre.
Finisterre, es costa, es fin, es un lugar de esperanza, de promesas cumplidas y de sueños por cumplir.
Pero también es vida, es mar, es color y por supuesto uno de los mejores sitios para comer y descansar. Dejando que la vista se relaje, y el paladar disfrute de sus manjares, damos por concluida esta jornada.
Mañana más y mejor!
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