Hoy os dejo el tercer capítulo de mi relato, espero que os guste.
Capítulo 3. Cada día
Eleonor se despierta, son las 3 de la madrugada, no puede dormir,
y se levanta a beber agua. Se acerca a la cocina, pero una luz en el salón le
llama la atención. “Juraría que apagué todas las luces antes de acostarme…”,
extrañada camina despacio por el pasillo, escucha unas voces, es como un
murmullo…
Se queda paralizada cuando se asoma a la puerta de su salón, no
puede creer lo que está viendo. Hay muchas personas reunidas, charlando
amigablemente, como si fuera una fiesta, no conoce a nadie, no sabe cómo han
entrado ni que hacen ahí. Hablan una lengua extraña, como un dialecto antiguo…
Quiere hablar, gritar, decir algo… su boca se abre, grita en su
cerebro, pero no emite ningún sonido.
¡Otra vez, no puede ser!-Eleonor grita en silencio-¡por favor
despierta, ya!..... Todo el mundo se calla y se giran para mirarla, muchos ojos
oscuros, sin brillo, apagados, la observan, la examinan detenidamente, la
buscan…
El salón ha desaparecido, un gran abismo aparece a sus pies, todos
los extraños la sujetan, se marea, le falta el aliento, la angustia le oprime
el pecho…”¡Por favor, despierta…!”-vuelve a gritar, pero esta vez sin fuerza.
Le falta la respiración, quiere huir, salir corriendo, muchos
brazos la sujetan, no puede moverse, la hablan, la susurran al oído, en ese
lenguaje tan extraño, que sin saber lo que la dicen, ella comprende, ella
entiende. Tiene que huir, marcharse, salir corriendo, o se caerá al vacío, y no
puede, no debe, tiene miedo.
De repente una mano sale frente a ella, del otro lado del abismo
que se abre a sus pies, está tan lejos…pero la ve con todo detalle, es una mano
fuerte con un tatuaje en la palma desde el dedo pulgar al meñique,
alza la vista, quiere saber a quién pertenece, no es de ninguno de estos seres
de ojos oscuros que la oprimen, ve una silueta, pero no distingue nada, se
distorsiona, se difumina, solo distingue su mano, sus dedos.
Lucha con todas sus fuerzas, se revuelve, se retuerce, tiene que
soltarse, y por fin, lo consigue…los seres extraños desaparecen, pero no se
marchan, se ocultan, se esconden, ve la mano, aún sigue ahí, casi podría
tocarla, solo tiene que dar un paso, pero el miedo se apodera de ella, y se
gira, sale corriendo, sale del salón, se cierra el abismo, huye por el pasillo,
vuelve a su dormitorio, y se esconde en su cama. Tiene que dar la luz, si lo
consigue, todo habrá pasado, todo habrá sido un sueño.
Como si se cayera sobre la cama se despierta, ahora sí, por fin
está despierta, está sudando, respira con dificultad, se levanta y se asoma a
la ventana.
Otra pesadilla, la misma pesadilla que la persigue, pero esta vez ha
sido diferente, algo nuevo ha sucedido…solo recuerda una mano, una mano fuerte,
segura, decidida, y un tatuajr. Va a la cocina, se prepara un té, y
mientras lo toma, siente que no tiene miedo, que está asustada, pero sin miedo,
es una sensación nueva, diferente…mientras piensa amanece, el sol va saliendo,
anunciando el nuevo día. No puede borrar de su mente la imagen de esa mano, de
ese tatuaje. Enciende la radio, suena “Cada día” de Dani Martín.
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