Hoy os contaré la aventura de nuestra llegada triunfal a Amboise.
Llegamos a nuestro camping, no sin algunos incidentes. El gps vuelve a enredarnos y lo que debería de ser una entrada directa y cómoda se convierte en una situación digna de cualquier sketch.
Una vez salimos hacia la carretera que nos lleva a Amboise, llegamos no al camping sino al centro de pueblo, que desde luego es muy bonito y digno de ver, pero no arrastrando una caravana, pues sus calles estrechas y empedradas no lo hacen nada fácil.
Tras varios intentos de salir de ese embrollo, y después de varias vueltas en las que siempre llegamos al mismo punto, decidimos "tirar para adelante", y llegamos a la vía principal que no por ello más ancha.
A todo esto he de matizar que es domingo por la mañana, muy soleado, a tope de turismo y mercadillo.
Una vez situados en la escena, la masa nos lleva sin remedio al maravilloso Ponts du Maréchal Leclerc, que cruza La Loire.
Ponts du Maréchal Leclerc |
Aunque he de reconocer, que nadie, absolutamente nadie nos pitó ni nos incordió, creo que en el fondo les dábamos pena.
Y como de todo se sale en esta vida, también salimos de ésta.
Cruzamos como pudimos y nos dejaron, este precioso puente y llegamos sin más incidentes al camping, donde pudimos relajar nuestros nervios y prepararnos para lo que serían unas preciosas jornadas de visitas a los maravillosos Castillos del Loira.
Esa tarde, vistamos Amboise.
Ciudad medieval y famosa por la mansión donde vivió Leonardo da Vinci, y el castillo que alberga su tumba, el castillo de Amboise.
Sus calles estrechas, con sus casas entramadas de madera son un claro ejemplo de su arquitectura, y en este caso paseando como es debido entre sus callejuelas, podemos admirar todas sus construcciones.
Al fondo la Torre del Reloj |
Ahora imaginaros una caravana circulando |
Castillo de Amboise |
Bueno, pues sin más y después de un paseo relajante por este precioso pueblo, damos por terminado nuestro día.
Y recordad, ¡dadle alas a la escoba!