Bienvenidos a mi salón,
Como el tiempo amenaza ser muy caluroso decidimos visitar la Dune du Pilat, la más grande de Europa, con sus 114 m. de altura.
Llegamos sin ningún problema al gran parking, y "¡Of course!" es de pago.
Aquello está muy bien montado, tienen merenderos, tiendas, y restaurantes, y a pesar de ser muy temprano (pues creíamos que íbamos a ser casi casi los únicos) vemos que parece una romería, por el trasiego de gente que tiene.
Comenzamos nuestro paseo hasta la duna, que discurre entre un bosque, que no anticipa para nada lo que nos vamos a encontrar, salvo porque el suelo se va haciendo cada vez más arenoso.
Según vamos caminando, mientras los árboles desaparecen, va surgiendo ante nuestros ojos la grandeza de la Duna.
Hay dos formas de ascender, o bien por unas escaleras o, para los más atrevidos, dejarse atrapar por la arena y escalar su ladera. Desde luego esta última opción es la más divertida y la elegida.
Y mientras vamos hundiendo nuestros pies en la arena, poco a poco, llegamos a su cima.
Tierra, mar y cielo, unidos en una sola visión, todo de una grandeza increíble de la que merece la pena disfrutar sentado en su cima, dejándote invadir por esa sensación de naturaleza plena. Poco importa la cantidad de personas que allí podemos estar, una vez que subes y te dejas atrapar, todo desaparece y sólo quedas tú.
No sé exactamente cuanto tiempo permanecimos allí arriba, pero fue más que suficiente para recargar totalmente las pilas, sentir la arena, la brisa del mar, el olor a bosque mezclado con sal, mirar al infinito, y sentir que se te expande el alma con el mar verde del bosque de las Landas a un lado y la bahía al otro.
Decidimos bajar...corriendo, saltando y ¡naturalmente rodando! y entre risas y arena, regresamos sobre nuestros pasos, dejando a nuestras espaldas a la Duna y mirando de frente al bosque.
Nuestra próxima visita es Arcachón y su bahía.
Para los amantes de las ostras estamos en su paraíso, pues toda la Bahía es muy conocida por su producción.
Arcachón, te sorprende por su calle comercial, por tener esa esencia de pueblo pesquero,y por su ambiente marinero, donde sus playas, sus restaurantes y sus cafés, te harán pasar muy buenos momentos.
El tiempo se nos echa encima, y tenemos que regresar, con pena de no poder visitar los pueblos de alrededor y llegar a Cap Ferret, pero con la promesa al mar de que algún día volveré.
Con mi mochila llena de emociones ponemos rumbo a nuestro camping. para dejar que las imágenes del día vuelvan en nuestros sueños. Y recordad, ¡dadle alas a la escoba!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario, gracias por tu aportación