Menuda semanita que llevamos, es como si los genios se pusieran de acuerdo de nacer todos en el mismo mes. Llena de estrenos y acontecimientos. Hoy tengo el gran placer de tener en mi salón, a una de las mujeres más brillantes de la historia de la música.
Edith Piaf.
No se si habéis visto la película o leído algo sobre la vida de esta mujer. Yo he dejado la caja de pañuelos totalmente vacía.
Es lo que llamo un autentico dramón. Pero a la vez, una lección de supervivencia Nació en plena calle, un 19 de diciembre de 1915, su madre, Annette, no llegó al hospital y su padre las abandonó para emborracharse.
Annette, incapaz de criar a su hija, se la confía a su madre, una mujer que la alimentó con vino en lugar de con leche, pues decía que así se eliminaban los microbios.En fin, me guardo el comentario. Al poco tiempo, se la devuelve a su padre, pero no puede quedarse con la pequeña. Por lo que deja a la niña con la abuela paterna, que dirige un prostíbulo, donde Edith es criada por las prostitutas.
A partir de aquí su vida es un periplo, un ir y venir a ningún sitio. Su padre aparece en escena, otra vez al finalizar la guerra. Gracias a su peculiar voz, se gana la vida cantando de bar en bar y en las calles.
No es hasta los 21 años, que firma un contrato y de repente la llega el éxito. Pero no la dura mucho...y vuelve a la calle.
La fortuna vuelve a sonreirla, y comienza otra etapa de su vida llena de éxitos, amores, encuentros y desencuentros. Una mujer que sufrió terribles dolores, que conoció el amor y el sufrimiento por su pérdida. Una mujer que se creó a si misma. Una película que te remueve por dentro y por fuera, no dejo de sonarme...que cúmulo de despropósitos. En fin,...
Qué mejor canción para definirla que la que os muestro:
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