Suena una campana

Bienvenidos a mi salón:
Hoy todos con los dedos cruzados por si la suerte de la lotería, quiere pasarse por nuestros hogares.

¿A que huele la Navidad? Pues huele a vainilla, a bola de Navidad, a jengibre, a mazapán, a verde pino, a frío, a velas, a chimenea, a ricos asados, a brillo en los ojos, a ganas de que cambie algo, a esperanza, a ilusión, a nervios, a impaciencia, a chocolate caliente, a lluvia, a vacaciones, a colonia de la abuela, al abrazo de los padres, a recién despertado, a tantas y tantas cosas. Todos tenemos grabado en nuestro cerebro a qué huele nuestra Navidad. Despertemos esos olores.

También muchos de nosotros tenemos en casa a esos pequeños duendes, da igual que sean nuestros hijos, sobrinos,nietos,o los hijos de nuestros amigos, llegan a casa y nos la revolucionan, nos ponen la cabeza patas arriba, tanto es así que no sabemos donde dejarlos porque no se están quietos. Sus risas y sus llantos, sus pataletas, sus cabezonerías... todo eso nos incomoda pero lo que no nos damos cuenta es que están aquí, para hacernos crecer, para que no nos olvidemos de que fuimos como ellos, y que gracias a ellos seguimos con la ilusión de que algo bueno va a venir.
Ellos hacen que sigamos oyendo la campana de la ilusión. Por ello os invito a volver a ver esta preciosa película, para que nunca se nos olvide que nadie, tiene que quedarse sin Navidad. Es tan sencillo como dar un "Buenos días", y un "gracias". Olvidarnos por un momento de nosotros mismos, y sonreir al que tenemos a nuestro lado.
Y sobre todo que cuidemos de ese futuro que está creciendo en nuestras casas, y agradecerles todo lo que nos enseñan cada día, porque con ellos cultivamos la paciencia, la templanza, el esfuerzo y el amor incondicional.
La lotería, toca y seguramente muchos serán mucho más felices hoy. Que así sea.
Mientras tanto, disfrutemos de esta bonita canción y  de nuestros duendes, sobre todo no nos olvidemos de que nosotros también seguimos siendo los duendes de alguien. Escuchemos y hagamos escuchar la campana. Y recordad: ¡Dadle alas a la escoba!